sábado, 11 de octubre de 2008

Día 49



Cómo llevarme la vivencia de años en una maleta. No hay cajas de ese tamaño. Una medida interior, proporcional a lo que realmente queda del transitar diario.

Unas cuantas fotos bastarían para disparar ese tiempo concentrado. Pero si no hubiese imágenes externas, sobrevendrían los recuerdos, acomodados a mi conveniencia sin que me dé cuenta.

El recuerdo viaja conmigo. Vive en mi territorio. Intercambiamos recuerdos quienes poseemos una raíz común vivencial y con ese acto construimos una realidad monumental en pocos minutos. Luego los desensamblamos y volvemos con nuestras cargas a la normalidad del día nublado o soleado o a la noche que prefigura la eternidad.

En este día he recibido algunas respuestas. Todas me enseñan. Algunas me muestran el dilema exterior, por llamarlo de un modo diferenciado, de lo que sucede a mi lado en el mundo. Caigo en cuenta de lo minúsculo de un drama individual ante el inmenso panorama de lo que ocurre en el ámbito económico y político mundial.

El distraer mis esfuerzos en este ejercicio parecería, por decir lo menos intenso, inútil. Lo individual se torna una sombra del suceso colectivo.

Pero el saber esto no disminuye mis expectativas ni mis angustias.

Sé que escribir es una posibilidad de trascendencia. El exponer esta cotidianidad asfixiante, en algunos momentos, no llega a expresar esa necesidad de ir más allá de lo inmediato. Tal vez con todo esto que expreso no trascienda sino, por el contrario me quede en la remoción de mis escombros diarios.

No justificaré mi elección. Desearía que en algún momento, esta individualidad que se manifiesta pudiera llegar a ser expresión personal que recoge algo que va más allá del suceso, de la anécdota. Sólo haciendo podré darme cuenta de la posibilidad de ese pase de lo individual a lo personal, a lo que es de interés humano.

Mientras tanto, se ha agotado otro día. Y a cuarenta y nueve días de mi emigración a otro sitio de cobijo, de reunión, de amor, de trabajo, nada sé sobre él. Porque sólo existe como posibilidad, como esperanza. Aún ninguna otra cosa tengo. Sólo mi maleta virtual de experiencias.

Otras respuestas de la vida

Me acaban de publicar un libro de poesía en Editorial Remolinos. Es virtual y se puede bajar libremente en esta dirección:
http://es.geocities.com/editorialremolinos/index_i8.htm

La vida tiene muchas respuestas. A uno es a quien le faltan oídos, ojos, sensibilidad y comprensión para darse cuenta de ellas.

Pero en ese camino de aprender estamos.

jueves, 9 de octubre de 2008

Día 50


Dentro de cincuenta días seré desalojado del apartamento donde vivo junto a mi familia.

Lo que parece un sencillo episodio de la vida de cualquier personaje de ficción es ahora mi propia vida. Y la pretendo compartir contigo como vía para aliviar la tensión que ese hecho me produce.

Resido aquí, en un sencillo apartamento de San Martín, en Caracas, donde lo mejor es la vista hacia la montaña, el Ávila o wuariarepano, desde hace más de once años, casi doce. No es mi apartamento. Es alquilado. Por lo que después de una inesperada demanda e intrigas con las que no quiero contaminarte, finalmente me extendieron un plazo para mudarme.

Este plazo acaba el 30 de noviembre.

Mudarme no es el problema. Que esté aquí o en otro sitio digno es algo que puedo asimilar. No estoy arraigado a cuatro paredes de un piso décimo octavo.

El problema radica en que no tengo opciones. A escasos cincuenta días se agotaron y estoy en el umbral de todas las angustias.

Racionalmente sé que habrá una respuesta. La vida siempre tiene alguna. Pero cuando uno vive el día y se le escapa, tiende a encontrar que las sombras han avanzado y el aire se le ha reducido. Uno ve como el tiempo, inflexible, avanza hacia el límite.

Si te hago partícipe de esto, que es mi problema, lo hago porque estoy seguro que puedes prestarme ideas, palabras, sugerencias o silencios. Al fin y al cabo, sé que no es algo que tenga que preocuparte.

Pero si quieres ocuparte puedes decirme algo.