sábado, 25 de octubre de 2008

Día 35


El tiempo es también cambio atmosférico. Todo suceder, incluso en el liviano aire, es tiempo. Los eventos visuales de los elementos en movimiento conforman una metáfora del tiempo que corre. El tiempo que hace hoy, vuela.

Un tropel de nubes se desboca de un sitio a otro por sobre nuestras cabezas. Un aumento de la presión. Atmosférica. Una tensión en el aire. Y la lluvia que se precipita en cualquier forma visible.

Hoy simplemente vemos las señales en el cielo de la ciudad. Las imágenes captan sucesos que están más allá de lo que pueden expresar nuestras palabras. Porque la mente del que las ve elabora, según su experiencia, una teoría para interpretar esos signos de los tiempos. El signo del tiempo.

La nube engorda con aire y agua. Es pura forma que anuncia un evento.

A veces se precipita en agua.

Otras veces en fuego.

Pero siempre pasa.

Y todo se despeja.


viernes, 24 de octubre de 2008

Día 36


En este día, cuando llevo quince hablando contigo de este tema, la respuesta no vino escrita sino por teléfono. Una larga conversación ilustró una posibilidad de obtener una vivienda digna y justa en un mediano plazo. Ello arrojó sobre mí alguna luz sobre el problema del tiempo.

Los plazos que obtengo son perentorios, no los que yo quisiera.

Los lapsos se le escapan a uno de las manos. Pero este fenómeno no es fortuito. El tiempo existe para realizar lo que debemos hacer en ese momento más o menos preciso. No obstante, nos empeñamos en vivir contra el tiempo y no con el tiempo de hacer las cosas.

Más aún, se nos escapa el tiempo pensando en hacer las cosas o hablando sobre ellas. Y nos conformamos con ese ejercicio especulativo, necesario pero incompleto. Constatamos, entonces, igualmente, que lo que se piensa es pocas veces lo que se realiza. Menos aún, lo que se hace es lo que se dice. Muy poco de esas palabras se convierte en otra realidad que no sea la del aire que pasa sin devolverse. He allí el problema.

En los momentos de inspiración debe intervenir la voluntad. La puesta en acción inmediata. No el impulso que acaba a los pocos instantes. Sino el empuje sostenido. La perseverancia. Lo que no se intenta cuando se tiene la fuerza de la idea y el disparador de la palabra no se intentará más tarde ya cansado y sin voz. Lo barrerá la ola indetenible del tiempo que pasa y pasa.

Siempre habrá tiempo para algo constructivo.

Existen días en los que parece que reinara el silencio. Pero el silencio dice cosas a los oídos atentos. Trae palabras lejanas o recuerdos olvidados entre los intersticios de las rocas llenas de edad. Lo demás es imaginación sostenida. Es proceso creativo con esa materia prima.

Los mundos que construimos con palabras existen en nuestra imaginación. Pero pugnan por hacerse lugar en el mundo de las cosas. De una u otra forma. Si no les damos cabida creativa, si no las integramos a nuestra vida cotidiana, se convertirán en monstruos torturadores de día y de noche.

Pocas y silenciosas las visitas de hoy. Pero bastaría una para que el día se salvase en el recuerdo. Papeles explicativos de soluciones, ideas sueltas, buenos deseos y hasta oraciones he recibido en otras jornadas recientes.Otras experiencias distintas. Cada una trae una señal de comunicación.

La comunicación da resultados. Pero siempre como comunicación, como preocupación puesta en marcha para solidarizarse con el otro ser humano. La comunicación es primordialmente ejercicio de relación interpersonal. Y no tiene que ser otra cosa.

El resto lo pone la voluntad de uno. O de muchos.



jueves, 23 de octubre de 2008

Día 37



Reviso nuevamente el tópico de los ciclos en la vida. Para ello no tengo que ir muy lejos. Tan solo ver esto que diariamente escribo. Obedece a un fluir donde noto picos y valles.

Continúo con la geografía virtual de la escritura. Me deslizo entre esas montañas de la vitalidad –que exigen el esfuerzo ya anotado días atrás– y las hondonadas de silencio. A veces pretendo sofocar estas últimas con voces de disciplina, de empeño en proseguir el ejercicio, en forzar mis respuestas.

Apercibo que todo es necesario. El ir y el venir, el subir y bajar, el remontarla voz y el callar. Al igual que un paisaje plano, si no hubiesen esos accidentes de la geografía mental, no nos percatáramos de las diferencias, no apreciáramos sino un horizonte lineal.

Pero incluso, el horizonte de la llanura permite distinguir el suelo del cielo. Siempre el contraste, los opuestos están presentes para darle relevancia a la experiencia.

Hoy continúo en un ciclo bajo. Mi producción, lo reconozco, es reiterativa. Aspiro que, al menos, sea correcta.

He dado una vuelta en el ciclo y me encuentro en la siguiente espiral de la montaña. Tal vez más abajo, tal vez más arriba. Todo parece igual. Luce como si hubiese bajado. Pero estoy, simplemente, en otro lugar. En el día 37. Y la cuenta prosigue su rumbo regresivo.

Ante esta evidencia que me resta aliento, me dedicaré a la solución de problemas lógicos abstractos el resto del día. Y al ocio que me pueda permitir ese ejercicio y la máxima dedicación a la rutina.


miércoles, 22 de octubre de 2008

Día 38



Generalmente los días lluviosos me atraen, son agradables. El agua purifica y precipita los vahos pesados. Pero este de hoy fue además un día oscuro. Y me dejo cierto sabor amargo.

Los días tienen sabor. Es cosa de acercarse a ellos con el gusto. Y con gusto. Mas no es el momento de gastronomía calendaria. Me comeré los días uno a uno, lentamente. Procuraré una buena digestión.

La amargura que desplegó esta jornada en sus nubes oscuras no se correspondía a mi afán de trabajo acelerado, entretenido en su monotonía. Algunas ayudas bien intencionadas nutrieron el repertorio de las posibles respuestas al problema planteado en estos encuentros. Cuestión de explorarlas.

Pero la amargura persiste porque hay una especie de intuición soterrada que me hace ver, en este momento, con las manos vacías. No es un simple pesimismo. Yo soy altamente optimista. De lo contrario me hubiera abandonado a la buena de Dios o a la mala del diablo, a ver que pasa.

No es mi caso. Ya uno percibe un inventario de vacíos. Y que la respuesta a mi búsqueda no ha llegado. No ha tocado mi puerta aún. Pero persisto, por sobre esa corriente de hiel que me atraviesa hoy, en proclamar que hay salida. Y que la salida es digna y justa para todos.

Tal vez sea una entrada. No una salida. Y por eso debo dar un cambio a mi manera de ver las cosas. Voltear el saco. Ponerme en el otro extremo para ver desde otra perspectiva mi propia figura avanzando.

Hoy entiendo que tal vez mi cuenta de días no termine en cero. Puede acabar antes de cero o en un número negativo. Lo ideal sería que en cero todo problema se hubiese ya resuelto y dejara abierta una serie de posibilidades. Que en ese momento celebrara con fuegos artificiales y música de orquesta de vientos y percusión.

Bueno, el ejercicio de la palabra me alivia levemente de ese sabor bilioso. Un poco de acidez y dulzor, junto a la sal de la vida, me dan un espectro equilibrado. Un fantasma de humor ácido que en ratos de melancolía canta odas de amor y se burla de sí mismo hasta las lágrimas. Saladas lágrimas del conocimiento.


martes, 21 de octubre de 2008

Día 39



Entramos al espacio de los treinta días. Treinta y nueve días hacen vivir la etapa de los treinta (años) con sus crisis existenciales. Sólo que en esta ocasión no son simplemente elucubraciones sobre el porvenir del hombre, sino la búsqueda de respuestas esenciales y finalmente resoluciones concretas, de la más alta materialidad. Con cabillas, cemento, granzón, acero y cal, entre otros elementos esenciales. Tal como postulaban algunos filósofos griegos presocráticos, en la más libre interpretación de sus principio.

Pero para llegar a la materialidad he debido pasar por la idea. De lo contrario la piedra no toma forma y permanece en la ignorancia de su potencialidad de piedra, de sus posibilidades de estatua, de casa, de lápida. De ser humano petrificado por la ansiedad.

Así que si pienso, es para llegar a lo material y devolverme con experiencia hacia lo mental, regresando a rectificar en la materia, una y otra vez lo que aún me falta para comprender, ser y hacer.

Pasemos de tercio bruscamente.

Hoy ha sido un día de rutinas irresolutas. La oficina, el despacho de correspondencia, la firma de órdenes de servicio, la revisión de la ejecución del plan de adiestramiento y sus posteriores procesos administrativos, la planificación de la evaluación de desempeño, la programación posible en SQL de la automatización de esa evaluación, las notas para el desarrollo lógico de esa programación en una base de datos. El calor de la tarde. La ida del aire acondicionado junto a la electricidad a darse un paseo. El hastío. La computadora con un virus resistente en la mañana y después con una oscuridad total por la falla eléctrica de la tarde. Una larga enumeración caótica de pequeñas acciones llamadas a la intrascendencia casi inmediata.

Es la rutina laboral que me sumerge en la laguna negra para transformarme en el monstruo de ese lago, un ser perdido en el tiempo por espacio de unas cuantas horas. O un ser que ha perdido el tiempo por unas cuantas horas en las que le pagan por desperdiciar su vida.

Allí, en los intersticios de esa condena, el pensamiento libre empieza a fantasear sobre alguna solución. Sólo fantasías produce mi cerebro sobrecalentado, al que enfría mi sudorosa cabeza. La fantasía no resuelve. Sólo adormece, calma la ansiedad, narcotiza la creatividad. Pero sin ella, no se produciría una línea de ficción o una palabra de poesía, ni siquiera una letra de un tratado de ontología. Acepto mi fantasía como calmante.

En el descanso de la fantasía encuentro un pequeño relax. Y los hilos de Ariadna, que me conducen hacia diversos puntos creativos. Al menos eso imagino. Y no que voy a caer irremediablemente en la telaraña que envía mensajes desesperados a la destructora de posibilidades.

Extraña tarde de cargadas nubes raras.


lunes, 20 de octubre de 2008

Día 40



Cada vez que hablamos de dificultades, lejos de encontrar soluciones nos entrampamos en el laberinto del que queremos salir, dando interminables vueltas en el problema, circunloquios que se convierten pronto en una queja hacia la vida.

Para encontrar soluciones debemos buscar soluciones. Muchas, la mayor cantidad posible. Y escoger una o un conjunto de ellas ensambladas en una nueva y brillante respuesta.

En estos momentos esta aseveración general me parece especialmente adecuada y extraída de mi propia experiencia práctica.

La revisión del problema es una fase de la resolución del mismo. Pero sólo una fase. El generar respuestas posibles es un principio necesario y consecuencia lógica al planteamiento del problema.

Por eso, me empeño en producir múltiples soluciones. Aunque, en ocasiones, no se me ocurra casi nada, este vacío no es insalvable. Es incluso necesario.

Allí, cuento con los demás. La sugerencia de posibles soluciones desde diversa perspectiva es sumamente valiosa. Ver las cosas con otros ojos facilita la integración de experiencias que de otra forma nos serían desconocidas, aisladas, fragmentadas y sin sentido.

Cada palabra que dices aquí es importante. Va armando un todo con sentido. Va conformando una respuesta válida a lo planteado.

Lejos de que esto sea una lamentación de la suerte y de las circunstancias difíciles es un foro para las posibilidades. Es un dispensador de oportunidades.

Pudiera parecer una simple frase feliz dentro de un contexto de autoayuda. Pero es más que eso. Al ampliar el repertorio de posibles respuestas, se extiende la probabilidad de acierto frente al problema. Y no solamente gano yo. Sino el feliz poseedor de una sugerencia atinada.

He recibido algunas respuestas de interés. Y veo el panorama más despejado. Aunque todavía no haya una respuesta definitiva ni concreta al problema planteado, a la consecución de una nueva vivienda para mi familia y para mí. Pero he avanzado más que quejándome en la oscuridad.

La noche ya no es tan oscura.


domingo, 19 de octubre de 2008

Día 41



Las señales que nos ofrece la vida en su transcurrir, tomando la metáfora del camino, ha sido y continúa siendo uno de mis temas favoritos en el desarrollo personal y en las reflexiones y escritura que facilitan ese proceso.

Las señales son mudas si no hay quien las interprete o si quien pasa junto a ellas no las detecta y las identifica como tales.

En el fondo, el problema de observar e interpretar las señales es el del desarrollo de la intuición.

Podemos darnos cuenta súbitamente que algo nos ocurre y de su solución o de las posibles soluciones que entraña. De igual forma, podemos percibir nuestra manera particular de encarar los problemas y afinar, en ese estado de conciencia, las maneras que utilizamos en esa resolución.

Esa inmediata iluminación sobre soluciones y formas de emprender el hallazgo de respuestas a los dilemas de la vida es fruto de la intuición que integra múltiples señales en una síntesis comprensiva y esclarecedora.

Ese proceso de esclarecimiento puede ser inmediato o secuencial, puede darse de forma gradual o a brincos. Pero en todo caso no es un proceso lento, porque nuestro procesamiento mental, siempre caracterizado por las diferencias individuales, será en todo momento un chispazo de luz. Y su celeridad la del relámpago. (Bueno, esto suena mejor que hablar de sinapsis y de velocidad de impulsos neuroeléctricos.)

He descubierto hoy algunas señales. Las compartiré contigo.

Un comentario a estas reflexiones abrió el ciclo de respuestas diario. Fue una primera señal iluminadora. Un fragmento de un poema de T. S. Eliot sirvió para identificarme con un proceso perenne. Me di cuenta en ese momento del inicio que vendrá:

“Las casas viven y mueren, hay un tiempo para construir
y un tiempo para vivir y engendrar,
y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
y agite las tablas del suelo donde trota el ratón de campo,
y agite el tapiz hecho jirones con un lema silencioso.
En mi comienzo está mi fin…” (East Cocker, de Cuatro Cuartetos)

El comentario de la Escritora y artista visual, a la que quiero llamar simplemente amiga, me indicó, como una gran señal luminosa, una vía, tal vez fluvial, imagino ahora, un afluente nuevo, en la corriente reflexiva que he seguido. Inicio a cada momento, nada realmente finalizo.

Luego exploré el blog Inteligencia (http://www.ricardoros.com/blog) como hago todos los domingos, y continuaron surgiendo señales a mi entender. Comenzaba el autor con esta frase Podemos aprender de todo lo que nos ocurre. Incluso las cosas más insignificantes pueden tener gran valor si sabemos aplicarlas y sacar conclusiones. No es poco lo que me ocurre, me dije con un poco de autocompasión, pero enseguida encontré sentido a lo que luce diminuto en la metáfora del río que se nutre de pequeños afluentes. Todo lo pequeño es importante porque va a formar la totalidad. Las respuestas se forman del ensamblaje de los aprendizajes parciales.

Una respuesta se nutre de muchas respuestas, de múltiples puntos de vista, de la observación y práctica de variadas formas y de la integración de diversas facetas. Es como armar un rompecabezas multidimensional, donde la reunión de las piezas les hace cobrar sentido repentinamente. O como ver las nubes con otra manera de mirar, encontrando en ellas nuevas formas.

En ese blog hice un comentario y enseguida me percaté que era una proposición que me formulaba a mí mismo. Esclarecí el sentido original de esta Cuenta de días que voy llevando desde hace diez jornadas: la diversificación de respuestas, de recursos, de puntos de vista para la resolución de algo que me parece un problema. O, tal vez de un conjunto de múltiples problemas.

Terminaré con un deseo expresado en forma anacrónica.

¡Que caigan todos los afluentes al río y que se forme una gran respuesta que me haga avanzar hasta el mar del conocimiento, donde mora la práctica en heterogéneas formas llenas de vida sin preocupación alguna!