Cuando inicié esta Cuenta de días, no pensé que hubiese momentos en los que fuese tan difícil escribir algo coherente ante las circunstancias que desde el principio había advertido, sobre el inminente cambio de vivienda y sus problemas.
Hoy estoy abatido por los reproches que me hace mi esposa. No puedo culparla. Incluso, yo no me culpo de las cosas que me dice. Ni siquiera voy a calificarlas. Pero tampoco a comprenderlas pacientemente y a justificar su actitud. Dejemos que el tiempo se encargue de ello.
Lamento tanto que esta situación nos lleve al borde de las incomprensiones. Miramos el abismo a un minúsculo paso.
Estoy oprimido por una sensación de derrota. Pero sé que debo seguir adelante. Si no hago la cuenta, ella avanzará sola y yo no habré tenido oportunidad de darme cuenta de todas las aristas de esta situación. Nada aprendería. Todo se lo llevaría el torbellino de la desmemoria.
Este ha debido ser un día luminoso, como fue el amanecer que ves al inicio de esta nota. No solo por ese detalle ha debido ser un día claro. Visitamos también un apartamento que podría ser nuestra futura vivienda. No obstante, los miedos, las angustias, la estupidez humana que llevamos dentro y a todas partes nos hace este enorme saboteo de enfrentarnos ante lo desconocido.
En este punto las oportunidades se transforman en amenazas, en escollos insalvables para la mente humana.
Es posible que no estemos preparados para reiniciar nuestro hogar en otro sitio. Tal vez la vida nos lo está diciendo. Lo digo con amargura. Lo sé. Y en ello me presento en mi fase siniestra. Pero es inevitable tener dos manos, dos hemisferios cerebrales, dos ojos. Y no un solo humor. Este es mi humor más oscuro.
No sé si el paciente lector me entiende. Ni siquiera si es paciente. Cosa muy probable si ha leído hasta este punto. Al fin y al cabo se trata de mi problema. Pero sé que también es parte de la compleja conducta del ser humano. Y de ello tal vez pueda el lector aprender. Obtener información al menos.
Descubro hoy cuán cerca estamos de una permanente dualidad de sentimientos. Baste el ejemplo de esta dual opción: por una parte, el querer mirar la vida con ojos optimistas. Y por otra, el observar las desventuras de la cotidianidad entorpeciendo ese camino con la bandera de un realismo horripilante.
Es como para creer que el optimismo es solo un concepto para cuando nos va bien. Un concepto para leer en ciertos libros de autoayuda, cuando todo el entorno está resuelto. Pareciera que el optimismo no está hecho para convivir con las necesidades básicas. Ni con la enorme cantidad de intereses individuales. Es un concepto de actitud, elitista. Para aquellos que han superado las condiciones mínimas de las necesidades básicas.
Para el resto queda un concierto desesperado de realidades y deseos, donde cada uno toca su instrumento como solista, sin darse cuenta que forma parte de una gran orquesta.
La cotidianidad se nos figura como si interpretáramos una enorme partitura, donde cada individuo, tiene sus notas. Y las toca. Si estamos conscientes, el resultado puede ser bueno.
Al final, el concierto será un magistral eco, una gloriosa elevación o un simple alarido estremecedor. No lo sabemos aún porque ese concierto está en desarrollo.
Por ello, prosigue la Cuenta de días, marcando el compás y esperando que el siguiente sea más benéfico que este.