martes, 5 de agosto de 2008

COMO DECÍAMOS HACE POCO



Es fácil culpar a las máquinas de nuestros errores humanos. Ellas son, muchas veces, errores nuestros hechos construcción material. Pero los errores son siempre de nosotros, los retrasos son nuestros, las consecuencias nos pertenecen. Para gloria o infortunio. Espero que para lo primero más que para lo segundo.

Todo este preludio triste para evitar echarle la culpa de la desaparición momentánea de la renovación de los textos de este blog a la computadora.

Un error humano la enlenteció, tomando vacaciones. No obstante, sus hermanas en infortunio pudieron tomar su lugar. Pero el autor prefirió enmudecer durante un tiempo.

Así que ahora regreso. No con nuevos bríos, sino con los mismos desánimos y esfuerzos a tratar de transmitirles mis vivencias. Que serán, oportunamente las suyas.

En este paquete de buenas intenciones y posibilidades por realizar o para RealizArte va un texto inédito sobre la comunicación balanceada, casi una dieta para el alma y un capítulo de mi agotado libro Rupturas Felices, sobre el perdón y la liberación personal.

AGRADECIMIENTO
A todos los fotógrafos ilustres que colaboran en este espacio. Algunos conocidos otros por conocer o simplemente anónimos. Algunos autores de famosas tomas. Otros de momentos irrepetibles, como una palabra gráfica dicha a tiempo. Todos en blanco y negro. Vaya mi agradecimiento eterno por su colaboración.

Las fotos en color son de mi autoría.

COMUNICACIÓN BALANCEADA



José Gregorio Bello Porras

En ocasiones la comunicación parece una dieta. Los excesos pueden ser dañinos. Pero las carencias llevan a estados de inanición y de caquexia humana.

No por mucho hablar, debemos de nuevo advertirlo, se comunica mucho. A veces tan solo se dice soledad. Con muchas palabras. Solo soledad. Y quienes así se nutren o desnutren apenas pueden sostenerse como bípedos pensantes.

La comunicación chatarra o la comunicación basura nos intoxica la mente y hasta el alma que tose tuberculosa de bacilos verbales. Hay entonces que aplicar dosis de silencio, palabras nutrientes y comunicaciones afectivas no verbales para reponerse de una dieta tan indigesta.

No es asunto de pobreza económica sino mental. Esta carencia de recursos para la vida sana existe en todos los estratos. Incluso en los que se creen eruditos en la mentira. Engañan para mantenerse en sus posiciones de falso poder. Se alimentan de la sangre del prójimo, de las desgracias ajenas, de los titulares desbordantes de sangre. Ni siquiera son vampiros. La sangre que chupan está seca en los periódicos que taparon a los muertos. Son carroñeros malnutridos e infectadores de oficio.

La malnutrición comunicacional está latente en los centros del saber. No en todos pero sí en los que se convierten en multígrafos de la mediocridad mental. Repiten y repiten desleídas soluciones que confunden o pretenden confundir con el conocimiento. Copias de las copias de las copias se desvaneces en palabras que suenan a grandes vacíos. Rellenados en el fin de los cursos por togas y birretes que consumieron dineros y esfuerzos de quienes buscaron el saber o el hacer autorizado por la autoridad.



La nutrición inadecuada de la comunicación es interminable. Escasa es la comunicación balanceada. Aquella que escucha para responder. Que comprende para poder decir. Que dice no sólo con las palabras sino con el ejemplo en el hacer congruente.

Pero como toda dieta. La comunicación balanceada es exigente. No con el otro sino con cada uno de nosotros.

Exige evitar el exceso de crítica sin salida. Y busca más la autocrítica con respuestas aplicables a la vida. Evita la descalificación sórdida del otro, aún aquella que puede parecer agradablemente aguda, para intentar la practica de la comprensión y la ayuda eficaz en la transformación oportuna de una conducta ajena.

Exige menos especulación, que se convierte en calorías vacías para nuestro cuerpo mental y aprovecha más la vivencia como forma de conectarse con los demás. Cuando comparto doy algo de mí. Y eso me ayuda a crecer. Paradójicamente, dando tengo más.

Exige una comunicación auténtica consigo mismo. Si me engaño, me pierdo en la vida. Y nada podré comunicar a los demás. Por lo menos, nada cierto, puro humo, puro espejismo en el desierto humano.

La comunicación es la dieta de nuestro crecimiento interior. La moderación, la comprensión, la autocrítica y el humor como sazonadores naturales, están indicados.

Los contenidos, más allá de su profundidad intelectual, deben procurar profundidad humana, relación y descubrimiento del sentido de nuestra vida en la tierra.

Porque para eso nos comunicamos.

lunes, 4 de agosto de 2008

PERDÓN Y LIBERACIÓN


José Gregorio Bello Porras

La manera que poseo de librarme del peso emocional de la ruptura es el perdón. Para perdonar a otros me perdono yo mismo. Ese es uno de los secretos de la conversión de las separaciones en momentos de felicidad.

Generalmente cuando se rompe con algo, bien sea con una persona, con una actitud, con un trabajo, con un modo de ser en la vida, con una idea, se está expresando que algo no funcionó. La culpa se gesta en esa situación. Culpas propias o culpas que se atribuyen a los demás.

La culpa propia es una carga que nos impide progresar. Cuando me culpo (porque sólo yo tengo esa posibilidad) me estaciono en un hecho o en un sentimiento, sin ver las otras posibilidades positivas en mi vida. Cuando culpo a los demás, me mantengo también en un sentimiento de aflicción, de rabia, de dolor. Sostengo el conflicto dentro de mí, independientemente de lo que suceda con los demás.

La culpa, la rabia, la tristeza o la aflicción se juntan en las situaciones de separación o ruptura, si así se lo permitimos. Podemos darnos cuenta que suceden en nosotros por la naturaleza del hecho de la ruptura, pero igualmente debemos establecer el límite a esos sentimientos y emociones.

El recurso del perdón es el más inmediato aliado de la felicidad. Me perdono yo mismo, porque es la única forma de perdonar a todos los demás. Dejo ir todo sentimiento negativo, toda emoción destructiva. Cancelo todo estancamiento para ponerme en marcha hacia el crecimiento.



Cuando me perdono posibilito el acto de perdonar a toda otra persona que creo me ha hecho algún mal o me ha producido algún dolor. En las rupturas sentimos estas emociones, estas cargas, estas culpas que abandonamos con el perdón. No importa lo que la otra persona haga o sienta. Pongo la responsabilidad del perdón en mí mismo. Y dejo que la otra persona siga su rumbo evolutivo.

Perdonamos con un acto de decisión. Decido conscientemente perdonar. Nadie me obliga. Sólo quiero perdonarme para seguir mi evolución sin pesos, trabas y demoras.
Perdonamos estableciendo una actitud. Quiero pensar, sentir y actuar de acuerdo a lo que decido. Para ello, le corto toda energía a los sentimientos opresivos. Y doy fuerza a mi propia construcción.

El perdón abandona la posibilidad de quedarnos anclados en un momento pasado. El perdón actualiza el presente. Quiero que este presente sea productivo. Por ello dejo ir toda emoción negativa, alejo todo acto pasado que no me haga progresar. Me centro en la inmensa posibilidad que me otorga este momento para vivir y ser feliz.

Perdonamos con un acto de amor. Quiero perdonarme porque sé que merezco la felicidad y la tranquilidad que me da el sentirme aliviado de toda culpa. Porque asumo la responsabilidad en mi vida. Me perdono porque deseo expresarme el afecto del que soy meritorio.

Expreso este perdón en mi vida. Viviendo con amor ahora. Siendo responsable de mis decisiones. De separarme o de continuar. De establecer vínculos o ejecutar rupturas. Soy libre en este sentimiento que me envuelve, en esta actitud que guía mi vida.



Del Libro: Rupturas Felices, Panapo, Caracas, 1997