sábado, 15 de enero de 2011

Escritura, un experimento



Escribir es un constante experimento y un riesgo. Estallan las palabras mal puestas o sencillamente no funcionan. Reunir cada vocablo con otros tiene algo de los furtivos secretos de la ciencia y el arte. Ninguna de las dos formas de encarar la realidad ha podido prescindir del aura misteriosa de quien las poseía en el remoto pasado, el sabio iluminado por la trascendencia.

Aunque han querido ser inspiraciones explicables, por más que la reflexión nos acerque a un método de escritura, tan solo revela un estado al que se debe acceder. Nunca se trata de un manual de instrucciones sino apenas el consejo de alguien que vivió la experiencia. Ello no es intransmisible. Pero el hablar sobre la escritura como proceso creativo pareciera estar más cercano al hecho de que la palabra produce, como estimulante, una gnosis que al de ser una difusión informativa.

Escribir es un acto de personal encuentro consigo mismo. De explicarse el mundo, la vida, en todas las ideas, sensaciones y percepciones que la pueblan. Esa vivencia puede llegar a otro y alinearse con sus propias formas de reconocimiento de la existencia. Allí se produce el milagro, la maravilla de la identificación con el texto. De la resurrección de la palabra en el papel o en el medio virtual.

La escritura siempre será un experimento al borde de todo éxito. Pues para alguien ha servido, aunque sea para el solitario escritor en su intento de vivir a través de la palabra.