lunes, 26 de mayo de 2008

Ciclos de relaciones interpersonales

José Gregorio Bello Porras

Tal vez los ciclos más sensibles en nuestras vidas son los que cumplen el establecimiento de ciertas relaciones interpersonales. Fundamos relaciones a lo largo de toda nuestra existencia, como ciudades o campamentos. Algunas de ellas duran apenas escasos momentos, otras pueden permanecer sin agotamiento toda la vida.


En nuestras actividades diarias, establecemos relación con diversas personas. Solo algunas de esas relaciones resultan siendo amistades que perduran. O relaciones útiles por largos períodos de tiempo.


Las relaciones tienen una finalidad. El trabajo, el ideal, la asociación, la circunstancia del encuentro en un lugar, el propósito del estudio y otros tantos motivos. Una vez cumplida la finalidad del encuentro, de la relación misma, el tiempo establecido de vida útil del encuentro, el interés suele extinguirse y el curso de las vías que se tocaron en un momento dado, continúan su camino. Cada integrante por el suyo. Cada ser en búsqueda de su propio destino.


En la amistad el ciclo se vuelve un tanto más complejo. Porque la amistad no tiene una finalidad determinada en el tiempo. Cuando se es amigo por un interés determinado, una vez cumplido el ciclo de vida útil o del interés, la amistad parece acabar. Pero no todas las amistades tienen un interés específico, determinable, establecido en sus alcances.


En las amistades fundadas en el afecto, lo común es una corriente de afinidad continua, una reciprocidad en el intercambio afectivo. En la amistad fundada en este principio se da y se recibe. Se conforma un proceso de nutrición recíproca. Mientras se mantenga este principio afectuoso, la amistad se mantiene a pesar de diferencias circunstanciales o distanciamientos espaciales o temporales de sus integrantes.


Sin embargo, en algunas amistades fundamentadas por el interés del mutuo afecto también se dan separaciones. Alguno de los individuos relacionados cambia profundamente sus intereses y la distancia psicológica que surge lleva a la conclusión del ciclo.


En las parejas suele suceder algo parecido. Dos personas intercambian afecto sobre la base de un interés común. Ninguna de las dos personas, no obstante este acercamiento, logra dejar de ser un individuo único. La pareja que se mantiene, evoluciona sabiendo que cada integrante es una unidad. Y conviene en dar permiso y darse permiso para que cada cual continúe siendo una persona diferente, unida tan solo por el amor.


Cuando se pretende que dos personas sean una sola, la identidad de cada una de ellas puede extraviarse. Pronto, ante las circunstancias de la vida, sobreviene el darnos cuenta que la dependencia no ayuda al crecimiento.


Al establecerse una relación sobre la base de que la formación de una pareja es la formación de una unidad en la que cada parte pierde su individualidad, tarde o temprano la relación se agota. Cada cual constata que no es una sola cosa con el otro y los caminos terminan bifurcándose. La pareja entonces ha cumplido su ciclo


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