jueves, 2 de septiembre de 2010

El limitado poder de la palabra.


La palabra ejerce una poderosa influencia en el ser humano. Una fascinación. El discurso dirigido a un conglomerado, encendido por gestos e inflexiones, resulta un generador de movimientos. La masa crece y se vuelve el instrumento de la palabra de un hombre o una mujer. La palabra es levadura.

Pero ese poder de la palabra, utilizado desde siglos sin retorno y que continuará usándose, ¿de dónde le proviene? Hay una intensa relación entre el individuo y su discurso. La personalidad de quien habla marca la diferencia entre las palabras dichas y las sentidas por los interlocutores. La palabra como vehículo expresivo tiene poder, pero el mismo no es puesto en movimiento por todos los individuos sino por algunos que logran desentrañar lo que parece el misterio de su magia.

Cuando se trata de textos escritos, esa particularidad, el ejercicio de ese poder, se complica. Como mover al ausente. Al apoltronado en su casa. Al acostado que a ratos ve televisión o hace llamadas telefónicas. Al que se ocupa de otras cosas mientras lee, al que lee atento pero que no está dispuesto a otra cosa más que leer.

Por eso la escritura difícilmente puede pretender mover al lector. Al menos corporalmente, a no ser que el libro lo haga saltar del asiento de un susto. Pero los hay pocos con esa condición, sólo algunos de terror. La palabra escrita debe mover su pensamiento, eso sí. Si no lograse tal cometido lo escrito será un cúmulo de palabras muertas o polvo de letras disecadas. Aunque no siempre las palabras actúan en el acto, a veces quedan sembradas como semillas que posteriormente germinan. No importa si el lector se da cuenta de que ha sido influido, lo importante es el resultado de esa siembra y ese brote. La palabra queda plantada como inquietud, como pequeña piedra en el zapato de la mente. Y entonces genera algún movimiento.

No es frecuente que ello suceda. A veces todo intento de mover al lector termina con la última página del libro. Qué extraordinario texto, se exclama antes de pasarlo al olvido. Por eso de muchas semillas sólo alguna germina. Pero ese es el destino de la palabra y de la semilla, morir para renacer. O a veces sólo servir de abono de las palabras que vendrán.


2 comentarios:

Elizabeth dijo...

La palabra es la manera que el ser humano utiliza para comunicarse y a la vez comunicar su pensamiento. En algunos casos es clara y verdadera, en otros es el disfraz perfecto para expresar lo que no se siente o no se quiere. Pero en definitiva la palabra en sí es mágica, porque de palabras está hecha la literatura, la poesía, la belleza.

José Gregorio Bello Porras dijo...

Agregas reflexión a la palabra. Me agrada la sutil forma de expresar ese material con el que se construye la belleza, ese material que empleamos a diario, utilizandolo adecuadamente o malbaratándolo. En tu caso lo utilizas con la prudencia, la sensibilidad y la inteligencia para complementar el texto publicado. Gracias.