jueves, 9 de septiembre de 2010

Sueños y vigilia


Has hablado bastante y estás triste
Quisieras un país de sueño
Donde las lunas broten de la tierra
Donde los árboles tengan luz propia
Y te saluden con voz tan afectuosa que tu espalda tiemble
Donde el agua te haga señas
Y las montañas te hablen a grandes voces
Vicente Huidobro (Sino y Signo)

Un tercio de nuestra vida, a veces la mitad, y no pocas veces su totalidad nos la pasamos dormidos. En ese estado donde rescatamos nuestro cuerpo físico de las arideces de la vigilia, entramos al mundo de los sueños.

El mundo onírico siempre ha sido atractivo para el ser humano. Es un mundo misterioso, lleno de secretos y abismales sorpresas, de recuerdos y la mar de los olvidos. Es el territorio con el que poblamos muchas fantasías y en donde tenemos también los más grandes espantos. Tierra de peligros y goces transitorios, como la vida misma, nos atrae tanto como a veces nos llena de pánico, prefiguración del sueño eterno.

Los sueños han servido para predecir el futuro, para conocer el pasado, para analizar el presente, para profundizar en el individuo.

Pero cuál será la función que tienen los sueños en nuestra vigilia, cuando parecen discurrir por los más grandes disparates. ¿Serán sólo la cantera de los surrealistas o tendrán alguna importancia capital en nuestra vida?

Aparte de pasar tanto tiempo en ellos, porque cada vez que nos sumergimos en el sueño, abandonando la vigilia, soñamos, los sueños deben tener un significado como función del ser humano o del animal, que aún se nos escapa. Aunque la mayor parte del tiempo no recordamos nuestros sueños, ellos sí parecen recordarnos a nosotros de alguna manera.

Apartándonos de cualquier concepción teórica y aventurándonos en la más pura especulación, los sueños parecen cumplir la misma función que cumple la poesía. Por supuesto, de una forma silvestre, al amparo y comando de nuestro inconsciente, si es que tal cosa existe. Demos por sentado entonces que hay un mundo interior al que solo accedemos mediante el sueño o, tal vez, alguna otra técnica de iluminación de esas oscuras profundidades.

Los sueños son poesía del inconsciente. Imágenes que brotan con sentido diverso, con belleza dispar. O monstruoso borrador de sombras perturbadoras. Pero que expresan, de alguna forma, lo que de otra manera sería imposible poner en la superficie de nuestra vida consciente.

Así como la poesía despierta emociones, los sueños son emociones y sentimientos transformados, metamorfoseados en imagen. Son pulsiones y deseos transformados en argumentos del más puro absurdo aparente, pero que en el fondo cumplen esa función de escape de una gran presión acumulada.

A diferencia de la poesía, salvo en algunos casos, los sueños no parecen aguantar la modificación consciente de sus patrones. A veces pareciera que guiásemos a nuestros sueños por un camino, pero son siempre ellos quienes nos conducen por senderos, llanos y luminosos, algunos, y despeñaderos de sombra otros.

En ocasiones la poesía tampoco se salva de ese extraño destino. Y lejos de que la gobernemos, ella nos conduce por su vía, angosta y pendiente, llena de nuestro sufrimiento o expresión pletórica de amplia y alegre vida. Porque como los sueños, el poeta verdadero vive hasta su vida entera sumergido, arrobado por la poesía. El resto, la pasamos en sueño.

1 comentario:

Elizabeth dijo...

Para mí el mundo de los sueños es misterioso y particularmente no me gusta. Prefiero los sueños que puedo crear en la vigilia,porque son mis propios deseos.
Mis sueños están generalmente relacionados con pesadillas.
Gracias por la reflexión .
E.