lunes, 19 de mayo de 2008

El amor nos hace personas

José Gregorio Bello Porras

El amor es la experiencia fundamental por la cual nos reconocemos como seres humanos.

La capacidad para sentir amor caracteriza al humano. Podemos identificar el afecto, la lealtad, el apego y el cariño en otros seres como los animales. Tales sentimientos, siempre definidos en relación a la persona, son parte de nuestra interpretación del amor, mas no constituyen nunca la totalidad del amor mismo. El amor, en todo su espléndido sentido, está reservado a la persona humana.

La experiencia del amor favorece nuestro crecimiento. Cuando éramos niños, el amor nos permitió avanzar y aprender. Mucho más que el castigo o la severidad. Más aún, el amor nos permitió desarrollarnos, incluso corporalmente. El afecto nos facilita vencer hasta las más increíbles dificultades. Ese maravilloso fenómeno aún nos ocurre.

Cuando nos gestábamos en los vientres de nuestras madres nos nutrimos a través de un cordón. Pero también nos alimentamos a través de la relación amorosa que se estableció en esa íntima intercomunicación. Gracias al afecto nos desarrollamos con posibilidades de vivir plenamente en el mundo.

Quienes han sufrido la carencia de ese singular cariño, en cualquier momento de su existencia deben remontar con grandes dificultades la experiencia de la vida. Esta se torna un campo gris, opaco, sin perspectiva. Hasta que descubren la posibilidad de amar. El amor da resonancia a la vida. Permite que la apreciemos en sus múltiples matices. El amor transforma al mundo en un lugar habitable, en un espacio para la convivencia.

El amor nos trae la experiencia de la felicidad. Amor y felicidad se encuentran entrelazados. Y aunque el amor no evita las asperezas de nuestra vida terrena, las hace llevaderas, las transforma en aprendizaje.

El breve pero sustancial viaje de nuestra existencia presente ha de estar signado por la singular experiencia del amor.

Haz del amor una vivencia diaria y tu vida tendrá sentido. Serás plenamente una persona humana.

(…)


La fuerza de un sentimiento

Es común encontrarnos con personas que creen saber lo que es el amor. No porque hayan hecho estudios sobre la naturaleza de esta vivencia, sino porque la han experimentado. Sin embargo, en el momento de traducir su práctica en palabras, su creencia se tambalea.

A veces sabemos poco de aquello que creemos saber. No quiere decir esto que no conozcamos, únicamente que no logramos expresar en palabras ese saber.

Pero ¿por qué es importante tener una idea expresa de lo que es el amor? Bastaría simplemente vivenciar plenamente el amor. Hacer una práctica de este sentimiento. Sin embargo, como hemos visto y dicho anteriormente, si no organizamos nuestras ideas acerca de un tema tan esquivo, estaremos propensos a hablar de muchas cosas creyendo que hablamos sobre el amor. Habremos, seguramente, sembrado la semilla de la incomprensión. Porque si hablamos de cosas distintas, en algún momento creeremos que la otra persona no nos ama, cuando lo que sucede es simplemente una incomunicación entre nosotros, sencillamente tenemos diferencias entre lo que creemos que es el amor.

El amor es, en muchas oportunidades, punto de desencuentro entre seres que dicen profesarlo. Por amor, o algo que llamamos de esa manera, se sufre y hasta se cometen excesos. Para algunos amar es sufrir, para otros es poseer, para otros es entregarse plenamente. Incluso para muchos, el amor es sólo una ficción.

Poco sabemos, en ocasiones, de esta experiencia única en la vida, de esta singularidad que nos caracteriza como humanos.

Pero podemos aprender qué es el amor. Y también perfeccionar nuestra natural capacidad para el amor. Este aprendizaje no es cosa de simple técnica. Sino de consciencia sobre lo que sentimos en un tiempo siempre presente. Para aprender sobre el amor necesitamos saber si lo que sentimos es lo que queremos llamar amor. Para amar necesitamos saber y sentir.

Con frecuencia se define el amor como uno de los sentimientos fundamentales del ser humano, caracterizado por el apego a una persona, animal o cosa. Como sentimiento, viene acompañado de sensaciones y percepciones fundamentalmente de nuestro cuerpo y de nuestra interioridad.

Sentir el amor trae consigo una sensación de bienestar corporal, ocasionalmente acompañada de palpitaciones, aumento de la temperatura, variaciones en el ritmo de la respiración, dilatación de las pupilas, entre otras manifestaciones anatómicas y fisiológicas. Sin embargo, tales fenómenos no definen plenamente el sentimiento de amar.

De la misma forma hay alteraciones en nuestra ideación. Pensamos con más frecuencia en el ser o en el objeto de nuestro amor, referimos gran parte de nuestras experiencias a la vivencia primordial de sentir amor, e incluso distorsionamos nuestras ideas, por el afecto que sentimos.

Pero este conocimiento de los pensamientos asociados al amor tampoco define plenamente el sentimiento al que nos referimos. El amor nos conduce a grandes y pequeñas obras. Algunas veces desemboca en actos heroicos o simplemente admirables. En otros momentos nos puede llevar a acciones de las que nos tenemos que arrepentirnos. El amor se transforma en acciones, aunque no es un acto particular.

Este sentimiento que llamamos amor es capaz de mover nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestro ambiente con su fuerza. Por ello, más que un simple padecer, el amor es una actitud que transforma nuestras vidas. Tiene de emoción, de pensamiento y de acción. Pero conserva inequívocamente su carácter de sentimiento.

Del libro: Amor a tu alcance, Ed. Panapo, Caracas, 1998

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguien dijo que si el amor todo lo puede, rindámonos pues al amor.