jueves, 30 de octubre de 2008

Día 30


El día treinta de nuestra cuenta regresiva coincide con el treinta del mes. Más allá de introducirme en el mundo de la numerología con criterios díscolos, quiero reflexionar sobre la coincidencia de las dos cuentas, la progresiva y ésta, la de días que se acercan al cero paulatinamente, jornada tras jornada.

Deseo ir más allá de delatar la sorpresa, previsible, de números que concurren en similares cifras. Las condiciones de dos sucesos que parecen distantes, separados, asincrónicos, en algún momento de su tránsito, se tocan, se solapan e igualan en una perfecta comunicación, en una misma identidad.

Como dos astros que a la vista humana confluyen y se refuerzan para luego volver al ritmo que les otorgan sus órbitas distantes.

Los sucesos que creemos opuestos, incluso, en algún instante llegan a ser similares y a confundirse en uno solo.

En el caso de las cifras, las coincidencias son periódicas ya que comparten el mismo lenguaje exacto. Más aún si se estrechan en márgenes como los de los meses, que no pasan de treinta y un días y ese ciclo de cincuenta días que inauguramos hace veinte.

Las coincidencias, más allá de la curiosidad que pueden despertar, nos hacen ver que lo que parece imposible puede ser factible. Que lo que lucía difícil no lo era en el fondo de su dinámica.

Todo se mueve. Ese es el secreto de las coincidencias. Y en algún momento los elementos cuadran, las piezas se unen como un rompecabezas y se produce un fenómeno de sincronicidad donde todo marcha a la perfección.

Pero, de la misma forma, este momento nos hace observar el siguiente. Al no llegar a un punto final, todo cambiará mañana. Las coincidencias de este tipo tienen un tiempo limitado, una fecha de vencimiento.

Si no escribo esto en este día, mañana lo mismo no tendrá sentido. Así pasa, también, en otras coincidencias que llamaremos mejor confluencias. En ellas es necesario hacer lo que tenemos dispuesto. Caso omiso, tendremos que esperar a que se produzcan de nuevo. Y, a lo mejor, ese momento no llega dentro de lo que tenemos previsto.

Nos movemos, generalmente, en amplios márgenes. En ellos nuestros actos van estructurando, en una serie de pasos, un todo. Se van sumando estas parcialidades hasta que finalmente llegan a una elaboración global válida. En las confluencias los márgenes de reacción son pequeños pero en ellos podemos obtener ese mismo resultado en un solo momento.

Ante las circunstancias que me toca vivir, voy sumando esfuerzos. A veces, sin la sensación de que tengan sentido. Pero se van acumulando. Hasta obtener un logro.

No obstante, si hubiese una confluencia, lo único que me haría aprovecharla sería la apertura de mis sentidos para actuar en ese momento preciso.

Cualquiera de las dos modalidades se presentará para resolver mis conflictos con la cotidianidad. Aprovecharé la que llegue primero, bien sea la que se parece a este día treinta, de coincidencias, o la que se prefigura en el día cero, el de las verdades reveladas finalmente.

Algo habrá de pasar. Y haré que pase.


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