viernes, 14 de noviembre de 2008

Día 15



El cambio personal es la única posibilidad de avance en el tiempo. Lo contrario es el estancamiento. Pero el cambio puede ser de muchas formas, así que, por sí mismo no garantiza la mejora del individuo.

Existen cambios desastrosos y cambios esperanzadores. El derrumbe es un cambio en el panorama de cualquier persona o comunidad. La edificación también lo es.

No todo lo que parece progreso es un cambio facilitador de la evolución. Bajo esa idea del progreso se han construido desiertos a partir de selvas. El progreso humano también esconde esas contradicciones. Un individuo altamente exitoso puede a su vez ser un desastre personal. Un individuo humilde y aparentemente sin relevancia se puede convertir en maestro de vida.

Nacemos bajo el signo del cambio. Lo hacemos todo el tiempo hasta que nuestros huesos se esparcen para formar parte de la misma tierra. Una vez allí seguimos creciendo en mil formas.

El cambio produce miedo. Tanto en quien lo sufre como en quien lo observa externamente. La incertidumbre de abandonar viejas costumbres, antiguos modos de ser y hacer, para permitir el nacimiento de otros modelos de conducta, nos mueve emocionalmente. Pero hay una sola forma de enfrentar el miedo y es adentrarse en ese nuevo territorio. Vivir el cambio.

En quien se convierte en observador pasivo, el cambio lo interroga frente a otra persona. Y eso causa temor. Vernos reflejados es una manera de encontrar nuestras debilidades. Mas si asumimos ese encuentro como una oportunidad de tranformación que nos lleve a mejores resultados de los que obtenemos, el cambio habrá dado frutos positivos, a pesar del temor que generó.

El cambio es la oportunidad de transformación que poseemos. Y no es mañana. Es ahora. En este día quince de la cuenta regresiva. En este preciso instante en el que terminas de leer esto.

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