lunes, 10 de noviembre de 2008

Día 19


La lluvia se desparrama sobre la tarde citadina paralizando a los transeúntes. Las extensas lagunas negras que se forman en el pavimento parecen guardar monstruos que en cualquier momento atacarán a los desprevenidos. De allí la soledad de la calle y la carrera apresurada de los pocos peatones. Un solitario indigente se pasea mirando la lluvia reflejada en los charcos que pisa descalzo. Pronto se pierde en las mismas calles donde permanece extraviado desde hace tiempo.

En unos pocos instantes el espectáculo de la lluvia termina. Solo queda el encapotado gris de las nubes donde escribo yo esta nota. La furia pluvial pasa, los raudales urbanos limpian las calles. Salvo los interrogantes pozos que permanecen prestos a tragarse a quien los desafíe.

Todo pasa. Llegamos a diecinueve días de la fecha pautada. Y nada pasa. La presión interna aumenta. El vapor se incrementa. El vapor que todo lo movía desde el siglo diecinueve, tan sólo me apesadumbra. Me siento nuevamente en un punto en el que estoy cercano al vacío.

No he dicho todo y ya me siento incapaz de continuar hablando si no me refiero a los accidentes meteorológicos. Tal como sucede en las conversaciones con las que se inician las relaciones de dos desconocidos. Ese tiempo si está raro, llueve, hace calor y luego hace frío… A lo que el incógnito acompañante de ocasión asiente para darnos permiso a continuar una conversación sin más objeto que unos instantes de interrelación. Mejor aún si el desconocido enuncia un tema: Eso es el calentamiento global…La plática toma forma.

En esto que hago, no obstante, la pauta sigue extraños cursos. No el de los ríos de la ciudad sino de los afluentes interiores del ser humano. Si no establezco la conexión con el lector toda palabra rodará hasta el mar de la palabra donde se disolverá el tema.

En esta tarde lluviosa solamente te pregunto si mis palabras sirven para algo, si llegan a tu sensibilidad, si te ayudan como a mi. No te lo pregunto porque quiera reforzar mis respuestas o para que apruebes lo que hago. No. Simplemente lo digo para buscar tu conversación, como si dijera qué tiempo tan raro hace… o cualquier otro lugar común. De ello depende mi próxima palabra.

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