jueves, 20 de noviembre de 2008

Día 9


Los días son segundos alargados por el tiempo elástico de lo emocional. Un día pasa en un suspiro o en una eterna noche. Hoy llovió todo el día e hizo de la luz un bien escaso que presagiaba la noche. Fue un día largo de agua y sombras.

Ahora, en la noche, intenté un acercamiento para hablar con el arrendador del inmueble que me sirve de vivienda junto a mi familia. Fue un vano intento. La lluvia se llevó las palabras de conciliación. Pasó al terreno de la lucha legal. Al campo de batalla.

Es algo que no tiene sentido. Cuando se puede resolver algo directamente, hacerlo indirectamente, con mayor costo, con más esfuerzo, con mayor agotamiento, es una elección irracional. O tal vez muy racional, al más puro estilo hominal. Porque los humanos somos unos seres llamados a probar nuestra propia estupidez a cada paso.

Es su elección. Serán sus consecuencias. No importa cuáles sean. Es un asunto enojoso que termina de molestarme. Antes me gustaban los días lluviosos. Hoy están envueltos de este manto de malestar. En estos circunloquios próximos a la locura.

Nueve días faltan, como el film que no he visto. Una película por hacer. Nueve días marcarán los pasos hacia el futuro.

Pero soy optimista. Aún falta tiempo para el desenlace. Y tal vez este se produzca antes de los nueve días. Si es así será a mi favor. Y si es al término, era de esperarse. No habrá sorpresa.

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