sábado, 22 de noviembre de 2008

Día 8


Ocho días es un tiempo infinito si lo acostamos. Tal vez duerma por mil años. Pero ocho días esperando en la puerta de los sucesos, de pie, puede ser una amenaza. Faltan ocho días en el plazo de esta cuenta interminable a la que se le ve un pronto final.

Ocho días pueden abrir un zipper y desnudar las cosas tal cual son. Pueden también cubrirlas del frío. Ocho es un número que da para infinidad de situaciones y posibilidades.

Una parece cerrarse, otra se abre en el mismo sentido. Día de diligencias y de tope con las realidades. Día de consultas y aclaratorias. Un día memorable para alguien que quiera olvidar.

Dejé trunca la reflexión. Me tocó atender una emergencia familiar y pasearme por la noche caraqueña, ruda y fría. Guardaré los detalles de la situación. Pero sus raíces están hundidas en la causa de esta cuenta de días. El estrés acumulado, las expectativas rotas, el cero en puertas, hacen estallar a cualquiera.

Y la explosión nos toca de cerca. Afortunadamente todo pasa y se resuelve favorablemente. Pero queda la enseñanza. Aún no sé cuál. Pero lo descubriré.

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