Cuando gané el Concurso de Cuentos de El Nacional, en 1989, la entrevista que me hizo una periodista cultural titulaba a media página lo que se decía era una cita textual mía: Por el 13 sentí que ganaría. Una especie de reducción a la numerología de todo lo que expresé en
No me quejaré diecinueve años después de
Viene el cuento a colación por el número trece. Faltan trece días. Y también por cómo me siento en este momento, un tanto angustiado por las circunstancias pero con mayor experiencia. Lo que me da una ventaja. Esta vez no creeré ganador por el trece. Ganaré a pesar de todos los días que pasen.
Esta afirmación no es simplemente un buen deseo. Es el comienzo de la construcción de un sueño. Una vivienda que se hará realidad. Vean bien.
El tiempo que me apremia no será un obstáculo sino una ocasión propicia. Un cheque en blanco para estructurar esa armazón. En ocasiones pensamos que los plazos son un límite. Lo son, sí, pero también como puntos de partida para
Lo intentaré hasta lograrlo. No hay alternativa sino la de obtener lo que realmente necesito. Pueden los obstáculos estar tranquilos. Los sortearé. Les pasaré por los lados sin molestarlos. Volaré encima de ellos.
¿Soy acaso valiente y decidido? Tal vez no. Tal vez estoy solamente acorralado y las circunstancias no me dejan otra opción.
Ya sé que todo es difícil. Que los números parecen no estar a mi favor. Pero que voy a hacer sino esto que hago.
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