jueves, 16 de octubre de 2008

Día 44



El día soleado desaparece en una oscura tarde de agua. Las diligencias planteadas se disuelven antes de comenzar. Están latentes. Pero nada ocurre.

Es como si me sentara a ver cómo cae la lluvia detalladamente. Sigo el recorrido de una gota hasta que se estrella en el pavimento. Sólo me da tiempo de ver su marca que desaparece, a los pocos instantes, entre miles más que forman el charco que arrastra el río que transforma en un improvisado cauce la vía de los vehículos y los peatones.

Todo pasa rápido como este día, como una gota. Al final sólo percibo que se ha estrellado en la noche. El tiempo se escapa de nuevo en el más antiguo de sus obligaciones como es la de pasar, como siempre. Pero esta vez nada se ha resuelto.

A un día de activa siembra, sigue otro de distinta actividad, callada, donde no se nota cómo crece la semilla plantada ayer. Eso me digo para mantener el ánimo. Para no exclamar que el día se ha perdido, ahogado en el río de aguas de lluvia. Y que el agua, que debía vivificar la semilla, la ha arrastrado hasta el mar del olvido. O hasta una canción de despecho.

Mientras tanto, las actividades laborales cotidianas siguieron su curso. Distrajeron de lo que es vital una buena parte de mi jornada. Acaso es necesario que continúe con mi existencia rutinaria. Me digo que debería estar en otro sitio, haciendo otra cosa. Pero no. Debo estar allí, en labores de papel, en acciones de las que nadie tendrá memoria dentro de muy poco tiempo.

Pero ¿será distinto con lo que me ocurre en relación a mi casa? No lo sé. Pero si no fuese por este diálogo con en el hiperespacio, conversación que puede parecer de locura, todo desaparecería también en la nada muy pronto. Sin importar cuál fuese el resultado. Pero la palabra, cuando resuena en algún ojo, rescata del abismo el hecho narrado. Al menos durante un tiempo mayor al promedio de su fugaz existencia.

Los días de inicio soleado suelen terminar, por este tiempo, en pequeños diluvios. Todo cambia. Así, todo lo que me acontece puede también mutarse en un hecho favorable. Al menos es mi expreso deseo. No sé qué piensas tú.


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