sábado, 18 de octubre de 2008

Día 42



La vida es una permanente caída. Pero con su correspondiente ascenso. Si creemos remontar, luego caemos, hasta dominar el problema de los ciclos. Hasta que sepamos cómo hacer cuando el inevitable descenso se aproxime. Es cuestión de asimilar la experiencia de esta ondulante vía terrenal. Yo, te confieso, todavía no consigo su dominio. Por eso me deslizo en el espeso aire de las circunstancias, aún sabiendo con antelación lo que ocurrirá.

La caída es fácil. Incluso uno podría disfrutarla mientras se da. Pero esto del goce es el aprendizaje más arduo que pueda existir. Porque la misma defenestración que nos hace la vida, con su ominosa angustia, absorbe cualquier esfuerzo por sonreír siquiera. Y en una mueca de enseñar los dientes termina el intento de precipitarse con decoro.

Los ascensos parecen más difíciles. Pero son los que, en el fondo, pueden vivirse más plenamente. Requieren energía y motivación para alcanzar lo que uno cree un logro. Son lugar común de la autoayuda. Aunque el verdadero logro, la verdadera meta, es esa de ir ascendiendo. El verdadero logro es la voluntad de poder. Que no es otra cosa que dominio sobre uno mismo.

Por supuesto, cuando hablo de ese dominio no me refiero, ni de cerca, a la represión de los sentimientos, emociones e incluso de las pasiones humanas. El dominio es manejo de un arte, en el caso de la vida según la metáfora que escogimos, es integración de todos los recursos para remontar esa cuesta de aire, de pensamiento, de escollos mentales y físicos que nos propone el camino que se transforma en una viva esfinge transparente, llena de acertijos. La caída es uno de ellos.

En las precipitaciones necesarias uno puede escoger diversas actitudes. La de dejarse ir, esperando despedazarse en un suelo rocoso, la de negar la situación hasta que sólo la desesperación lo haga a uno despertar tardíamente, el tratar de volar o, mejor, planear hasta completar un aterrizaje forzoso o el de aprovechar ese impulso de aparente derrumbe para remontar lo que parecía insalvable.

Esa última opción es la que escojo en estas circunstancias que me tocan vivir. Y proyecto todo mi pensamiento, voluntad y acción en procura de alcanzar la estabilización de mi existencia. Ello significa obtener un ritmo aceptable de subidas y de bajadas no precipitadas.

Tal vez sea esta sea sólo la fantasía de quien camina hacia el patíbulo. Pero me resisto a que lo peor sea la salida. A que la extinción y la hecatombe puntualicen en una dispersión visceral el final de mi aventura.

Por eso hablo. Para sentirme acompañado de tu voz y para que mi voz interior y silenciosa refleje oportunamente algún eco que responderá mis preguntas.


1 comentario:

Milagro Haack dijo...

Mis saludos José Gregorio.

Este día 42, está muy lleno el diálogo. La comprensión, que no es lo mismo que la aceptación sin la contemplación de si mismo, “mirar hacia dentro” y buscar allí o allá ese trazo de la caída, que no siento en este día como pérdida sino como un aprendizaje que aún está y desea ser visto. Caer es signo de lo humano, el ser nace o desea perdurar en sus espacios y tiempos sin embargo, hay cambios en lo externo que hacen que alguna veces es equilibro vaya hacia abajo, porque el ser con su genialidad no nació sino para escalar tantas veces como la vida misma se lo pida. No hay ruego en este universo, hay preguntas que son búsquedas. Búsquedas de cierres y como dijo Tomas S. Eliot:
“Las casas viven y mueren, hay un tiempo para construir
y un tiempo para vivir y engendrar,
y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendido
y agite las tablas del suelo donde trota el ratón de campo,
y agite el tapiz hecho jirones con un lema silencioso.
En mi comienzo está mi fin…” (East Cocker, de Cuatro Cuartetos)
Hermoso, como ese círculo como inicia el mismo texto En mi comienzo estás mi fin…, es fin para iniciar; porque las casas son la representación del ser, hasta en el sótano donde las luchas son más fuertes: la sombra. Quizás muchas veces nos robe horas, pero existe el tiempo, o el hombre lo a creado para educarse dentro de él, y si la fantasía fuese que somos espacios que el tiempo del universo es perfecto justo como el pensamiento, que puede quebrase, hacer fisuras y luego sanarse. Sé de buena fe que nada es fácil y menos gratis ese conocimiento de despejes de sombras; quizás, cuando niños era más menos difícil, pero no lo somos aún?… Eso creo, la voluntad anida la solución que viene de lo externo por ello la permanencia que no será ausencia en los polos que entran en ese cruce por paralela vida. Bien como un dicho Zen que en instantes como este recuerdo: “no olvides que a veces los árboles no dejan ver el bosque”
Un gran abrazo y agradecida.
Siempre MIlagro Haack