jueves, 16 de octubre de 2008

Día 45



Apoyo la palabra, ante la posibilidad de enmudecer frente a las circunstancias. La palabra cotidiana expresada para quien pueda oírla, para quien desee escuchar su grito y su silencio intercalado.

La palabra como salvación eterna de los condenados por la vida a lo incierto. Como posibilidad de redención de quienes creen haber errado el camino y rectifican a tiempo, hasta tentando el límite de un instante in articulo mortis.

La palabra como estela vibratoria donde pueden perderse los olvidados o regresar del territorio de la amnesia colectiva, donde pueden calmarse de su tormento los abatidos y tomar un nuevo impulso los derrotados por la vida.

Apoyo la palabra dada como prenda, la palabra que se convierte en garante de paz, armonía y cumplimiento de compromisos. Esa palabra hecha pacto sagrado, bastante escasa y sustituida en el mundo de las especulaciones financieras por letras de cambio, papeles muertos, fragmentos de lo que fue una vez fue la palabra y que ahora pretenden ser más que ella.

Apoyo la palabra como alma de la virtualidad, redimensionadora del cuerpo de la imagen, conexión con el espíritu de las cosas y de las ideas. Constructora de mundos posibles e imposibles.

En este momento en el que la soledad me invita y me limita a compartir conmigo mismo mis palabras, las guardo para que puedas escucharlas. No estaré desconectado por siempre, solo por horas, en el instante y el sitio en el que produzco estos textos, trasladados hasta tu visión a destiempo. Pero aún con algo que decirte*.

Este día 45 ha sido fructífero. A pesar de no haber logrado nada definitivamente.

Pero muchas puertas se abrieron y dejaron ver la luz.

*Estuve este día 45 sin conexión a la Internet. De allí el retraso en la publicación de este texto.


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