jueves, 27 de noviembre de 2008

Día 2


Parece que los motores de ignición quieren encender antes de la cuenta final. Es más, en este momento no creo que esta pueda llegar a cero. Saldremos despedidos antes a otro espacio.

Supimos hoy la existencia de una sentencia en nuestra contra. En un juicio donde estuvimos ausentes. En un proceso kafkiano muy abreviado pero igualmente con consecuencias imprevisibles, extrañas, absurdamente humanas.

El conocer esa circunstancia de una forzosa salida de la vivienda que hemos ocupado por casi doce años fue un detonante. Todos pudimos imaginar que tendríamos que abandonar nuestra casa en cualquier momento. Y que la cuenta ya llegaba a cero. Mas otra cosa es tener la convicción de que ello obedecerá a razones externas a las nuestras. A un empujón, a una zancadilla.

Ya sabíamos que teníamos que emigrar. Aunque no hubiese un rumbo fijo. Ya sabíamos que debíamos tomar camino. Ya sabíamos la fecha y estábamos conscientes de nuestro acto voluntario. Pero descubrir la solapada maniobra de una traición nos enardece.

Se pueden hacer muchas cosas por tratar de permanecer en el sitio y defender nuestros derechos. Legalmente nos veríamos envueltos en un exquisito pleito que con toda seguridad ganaríamos. Pero no es lo que quiero. Hay que evolucionar, dejar el nido, moverse.

El movimiento, la mudanza hacia algo más nuestro, hacia la cercanía de algo nuestro es ya una ganancia. El librarnos de las toxinas de un estado de caída permanente, de un susto suspendido en el espacio y en el tiempo, es una enorme beneficio. No es la actitud de la zorra de Samaniego que ve las uvas verdes porque no las puede alcanzar, sino la de quien puede alcanzar las uvas y constata que nada haría tomándolas.

Pero la explosión emocional interna en mi familia ha sido tronitosa. Cargo con todas las responsabilidades. Lo admito. Con los errores y los aciertos. Pero esto que parece la consecuencia de un error sé que a la larga será un tremendo éxito.

En este momento no se puede apreciar. Estamos en el estado de choque de algo que sabíamos podía pasar pero que nos negábamos a aceptar realmente. Tuvo que venir la realidad a abofetearnos con un papel para que cayésemos en cuenta que debemos movernos.

Casi no hay tiempo de planificar sino de tomar los planes previstos para esta contingencia: La diáspora familiar. No lo que hubiese querido yo, porque hay otra opción, la de permanecer juntos. Pero significa rehacer rutinas, tomar nuevas costumbres, cambiar patrones de vida. De todas maneras estos cambios cada quien los va a hacer, aunque no se dé cuenta, aunque quede en un sitio cómodo para sus actividades diarias. Tomaron esa opción, al menos en principio, y la respeto.

Caigo en cuenta que casi le estoy escribiendo a mi familia para decirle a cada uno de sus miembros que el pleito no es entre nosotros. Fue contra nosotros, contra todos. Y ya pasó. Que si nos desunimos perdemos. No un litigio sino algo más importante, el sentido de familia.

Disculpen, apreciados lectores y lectoras participantes de este serial, pero ha sido un desahogo necesario. Una carrera eufórica de alguien que señala que quedan dos días. También dos opciones. Yo he tomado la una, la de la unidad, a pesar de que los demás tomaron la de la dispersión. Los respeto en su decisión. Sé que sobreviviremos aún aparentemente en puntos distintos. Más aún viviremos mejor. Y en algún momento cada uno pensará que es posible aquella primera opción, la uno. Que será la de mañana, que será la del mañana.

1 comentario:

Milagro Haack dijo...

Mis saludos José Gregorio.

Entro por cosas del destino porque no me han llegado tus días.
Siento mucho todo lo que nos escribes. Siento que en instantes de caos se reconocen los afectos, los amigos, los vecinos y la familia donde se espera la unión para el inicio. Bien, "Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce." como lo señala Jean Jacques Rousseau. Hay muchas razones para sentirte que has dado y has dado lo mejor de ti para encontrar soluciones en un espacio donde todos están sobre lo que consideran un error. No hay errores, sólo detalles que desde el ojo del huracán son visualizados, por ello, no hay culpables, las responsabilidades son de todos y hay que asumirlas. Muy de veras, siento que deben darte espacio y salir de tanto dolor que castiga al espíritu. Buscar ya es encontrar, y estoy segura que con tu claro pensamiento en este instante veras todo tal cual como es, y no como otros desean que puede ser.
Le abrazo
Milagro