jueves, 6 de noviembre de 2008

Día 23


Voy a quemar todos sus libros y sus fotos, dijo mi mujer enardecida. No era la primera vez que hacía la amenaza. Pero ya no pude aguantarla más. Una y otra vez, como una grabación sin fin repetía las mismas argumentaciones extraviadas, avaladas supuestamente por una enorme lista de eminencias que me condenaban sin llamarme al estrado.

Yo no creí lo que estaba viendo, escuchando y sintiendo. Pero he entrado súbitamente en la fría razón. Sabía que hablaba mal de mí todo el tiempo. Que no le interesaba nada de lo que yo hacía. Que la poesía y la creación eran menos eficaces para ella que un negocio cualquiera. Que criticaba mis orígenes sin conocerlos. Que se victimizaba a cada instante culpándome de todos sus errores y atrasos en la vida. Que a todo el mundo, conocido y desconocido, le contaba imprecisiones y mentiras francas sobre su vida y la mía.

Pero llega el momento de la reflexión, de la palabra y de la determinación. No sé si precipitada, pero sí con sabor a caída. Ya no puedo aguantar más su mentira existencial. Sus suposiciones de grandeza y humildad. Su locura potable para aquellos que la conocen sólo superficialmente. Pero inmensamente humillante para mí en estos momentos.

A la par, recuerdo su extraordinario servicio en mi vida. Su compañía y dulzura en momentos difíciles, su extraordinaria cualidad de alma sensible. Y me pregunto, a dónde fue a parar toda esa parte de ella. No me satisface la respuesta de que se desgastó por el uso y abuso.

Hemos llegado a este estado el día 23. A una desesperación compartida. A ilusorias soluciones, a exageraciones, acusaciones y burlas. Hemos llegado al borde de todos los abismos. Todo por el dinero. O mejor dicho por la idea de que el dinero puede resolverlo todo.

Porque en el fondo el problema se reduce a tener para obtener. A tener para ser. A tener para poder. A tener para tener. Aunque sé que ello es una inmensa falacia.

Estoy consciente que estas palabras destempladas no las mereces, estimado lector. Pero te las digo en silencio, antes que ponerme a discutir con ella a gritos. Eres mi confidente público. Y sé que puedo confiar en ti. A pesar de la recomendación de no confiar en nadie. que he recibido tantas veces. Ya nada puedo perder. Al menos en el sentido de mantener mi reputación de hombre ponderado. He sido rebasado por esta circunstancia y emerjo apenas dando brazadas y bocanadas nerviosas.

Pero no estoy ahogado.

Sí, es fuerte la situación. Porque se trata de alguien a quien he amado. De unos seres que nos hemos amado. Y de repente todo se echa por la borda de este barco destinado al naufragio. Se pierden los recuerdos, se pierden los modales, se pierden los valores y apenas se resguarda la vida dando gritos.

Pero de eso se trata, de resguardar la vida, aunque cueste todo lo demás. Aunque el precio que se pague sea como para prescindir de la existencia temporalmente, mientras se hagan las reparaciones necesarias. Si alguna cabe todavía.

Yo, a pesar de todo, mantengo la esperanza de la salida airosa. Conservo la fantasía del milagro posible. Sostengo mi mano extendida para asirme a cualquier saliente, a cualquier otra mano o a cualquier palabra que pueda impulsarme en esta lucha por mantenerme vivo y consciente. Y por conseguir, finalmente, una vivienda digna.

No es mucho pedir a la vida. Lo malo es que aún no sé si la vida está dispuesta a concederme mi deseo o a burlarse de mí, como se burlan los genios de quienes los rescatan de su encierro eterno. Aún no lo sé. Pero falta poco para conocerlo. Tal vez, más o menos, veintitrés días.


1 comentario:

Milagro Haack dijo...

Mis saludos José Gregorio.
Quizás, leyéndote puedo sólo decirte hoy que los espacios deben respetarse y si no, así la presión sube.
Sé que hay una luz en todo esto y muchos amigos que están pendiente y llenando esas trozos en días hacia la reconciliación contigo mismo. Quizás en instantes de desespero una pierda la cordura, más cuando se tiene por decir un oficio que no es rentable. Quizás, sea esto lo mejor que has hecho y pueda darte un tema para el futuro. Quizás, puedas ver y sentir que al paso de los días, se oscurece el balcón aunque con la foto de este día parece ser uno de tantos buenos días. Seguir luchando y dar lo mejor. Ser honesto muchas veces es ser esa burla y el escape de los otros. Confía en ti, es lo único que puedo decirte hoy en este día. Quizás, no vean o sientan que la creatividad es saber también afrontar lo externo como lo interno. Y aún más, sé que la fe mata toda duda. Adelante, sólo es un instante que perdura, sin embargo, hay luz para rehacer y construir sin apegos.
Un gran abrazo y hasta pronto
Tu amiga de siempre
Milagro